Éxodo significa, alejamiento, y esto es lo que pasó el 23 de febrero de 1812, cuándo el General Belgrano junto a su Ejército decidió emprender la retirada de las tierras del norte del país, llevándose al pueblo consigo, ante el avance inminente de las tropas realistas del Ejército Español provenientes del Alto Perú que se encontraban dispuestas a atacar y terminar con las fuerzas argentinas, que eran superadas ampliamente en cantidad de hombres y armas.
La población de Jujuy y también de Salta y Tarija abandonaron sus hogares y arrasaron con todo lo que dejaban atrás a fin que las fuerzas realistas no pudiesen aprovechar ninguno de sus bienes y dejándolos sin víveres para sus tropas.
La orden especificaba que la retirada debía dejar sólo campo raso frente al enemigo, de modo de no facilitarle casa, alimento, ganado, mercancías ni cosa alguna que le fuera utilizable. El rigor de la medida debió respaldarse con la amenaza de fusilar a quienes no cumplieran la orden; la población acató sin coacción la medida a partir de los primeros días de agosto, demorándose algo más los vecinos pudientes, que requirieron de Belgrano carretas para transportar sus bienes
El ejército finalmente comenzó también su retirada el 23 de agosto; se arreó el ganado y se prendió fuego a las cosechas para desguarnecer al enemigo.
La marcha cubriría
Por circunstancias que luego le serían favorables a Belgrano se dio un enfrentamiento, el del Río de las Piedras, una escaramuza entre los hombres de Díaz Vélez y la vanguardia enemiga, el éxito obtenido en este combate alentó a Belgrano a detener la marcha.
Y aunque el Triunvirato había ordenado que la retirada se hiciera hasta Córdoba, el general Manuel Belgrano obvio esto y se jugo la vida propia y la de todos los que lo acompañaban cambiando su rumbo con el objetivo de establecerse y de una vez dar batalla a los invasores realistas.
Se haría fuerte en San Miguel de Tucumán, donde hizo frente a Tristán, jefe del ejército español. Su intuición era acertada y fue victoria en Tucumán, muy importante que le permitiría retomar Salta poco más tarde y recuperar el control de esa región del altiplano y terminar expulsando de forma definitiva a los invasores extranjeros y lograr la libertad del pueblo argentino.
Está claro que en nuestro país han existido personas que lucharon por la patria grande, la patria socialista, que incluye a todos, sin distinción de razas, condiciones étnicas, religiosas y sociales. Así como el ejército de Belgrano compuesto por indios, negros y gauchos, armados con boleadoras y cuchillos fijados a la punta de palos en forma de lanza. Luchando bajo una causa, la de liberarse de los “godos”.
Pero también siempre han estado presentes los cipayos, los gobernantes con políticas entreguistas y netamente neoliberales, cómo Rivadavia, gobernante de para los intereses foráneos.
Por iniciativa de Rivadavia, el gobierno contrató en 1824, un empréstito con la firma inglesa Baring Brothers por un millón de Libras. Destinado a la construcción de obras que mejoren la infraestructura del país. Cifra que se reduciría a la mitad prácticamente antes de llegar país, diluida en comisiones y gestiones. Guarismo que crecía enormemente y acarreando como consecuencia la hipoteca de tierras y arrendaciones embusteras quedando como resultado una gran deuda con la ausencia de lo que se había planificado hacer.
Era grande la obsecuencia de aquellos gobiernos, tanto que el General Belgrano había sido recriminado hasta con su desafuero, por izar la celeste y blanca dentro del territorio Argentino.
Para finalizar culmino con una frase del Negro Fontanarosa:
“Estoy comprometido con mi tierra, casado con sus problemas
y divorciado de sus riquezas”.